Master Chef y otros espectáculos infantiles

Hola a todos,

Hoy me gustaría compartir una reflexión que hemos tenido en familia esta semana.
Como sabéis, han comenzado a emitir la segunda temporada de Máster Chef Junior. Reconozco que no fui espectadora de la primera salvo los dos últimos días. Pero, en esta ocasión, empecé a verla con mi hijo de 8 años.
Mis expectativas estaban claras y eran, a todas luces, ingenuas.
El espectáculo que vi, lejos de hacerme disfrutar con los niños, con su creatividad, su responsabilidad y su juego en la cocina, empezó a hacerme sentir mal; me descubrí sintiendo pena, compasión, tristeza y enfado.
La presión a la que se ven sometidos los niños en el concurso es brutal. Por lo general, son niños con altos niveles de competitividad, que, bien canalizada, resulta positivo para su desarrollo, pero sus llantos, sus quejidos, su agonía en algunos momentos, me pareció realmente de mal gusto.
¿Por qué nos empeñamos en hacerles sufrir de esa manera? ¿Es que no se esfuerzan todos igual? Bien es cierto, que se trata de un concurso en el que gana el mejor, a criterio de los jueces, claro está. Pero el mejor es el que más se esfuerza y mejora con respecto a sí mismo o el que a través del aprovechamiento de alguna ventaja competitiva como la edad, por ejemplo, el nivel de desarrollo o los propios conocimientos de la materia, supera a los demás en resultados, por cierto, aparentes?
En fin, probablemente me deje llevar por la imaginación y vea a mi hijo, cuyo nivel de competitividad en algunas áreas también es alto, dejarse llevar por la frustración de no conseguir el premio (continuidad en el programa) a pesar de los esfuerzos y la intención de mejorarse y  hacerlo sobresaliente. Es posible.
No juzgo a ninguno de los padres y madres que permiten dicho espectáculo. Sólo faltaría. El que más o el que menos, tenemos a nuestros retoños inscritos en actividades extraescolares que fomentan la competitividad: fútbol, ajedrez, danza, etc. E, incluso, el sacar mejores notas académicas que los demás compañeros se convierte en objetivo de los padres y permite equiparar un sobresaliente a ser una buena e inteligente persona.
Carmen Pumar
Psicóloga
Centro de Psicología Deberalia
Parla


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