Cuando perdemos la autoridad

Ayer me encontraba en la puerta de un centro escolar esperando su apertura. Junto a mi se encontraba una abuelita con su nieto de unos 2 años aproximadamente y una madre con dos hijos de entre 8 y 10 años.
Éstos últimos jugaban con descaro a tirar una pelota contra el escaparate del centro. El rebote de la pelota hacía que los dos hermanos se rieran al intentar cojerla al mismo tiempo con los consiguientes empujones y gritos.
En mi caso particular, fui pisada dos veces y empujada otras tantas. La abuelita fue convertida en parapeto por tres ocasiones.
La reacción de la mamá de los jugadores era decir la siguiente frase en tono condescendiente:
-"Niños, no deis a la gente, no molesteis"
Este es un ejemplo real y muy común en nuestra sociedad de pérdida de autoridad, en este caso, materna.
Las relaciones madre-hijos se encontraban deterioradas a varios niveles y en diversas áreas:
- Comunicación: Tanto el emisor (madre) como los receptores se encontraban en canales diferentes y, por lo tanto, su comunicación era nula.
- Habilidades Sociales: La madre reflejó en su conducta una serie de deficiencias asertivas que son necesarias para el desarrollo de prácticas educativas correctas. La consecuencia es que los niños estaban aprendiendo un modelo educativo excesivamente permisivo que conducirá inevitablemente a conductas irregulares durante su desarrollo.
Decir no, marcar límites, guiar, en suma, son actitudes y conductas que forman parte del proceso educativo. A través de ellas, el niño aprende la diferencia entre lo bueno y lo malo, lo adecuado y lo inadecuado y además se convierten en el vehículo de transmisión de valores.
¡Papás y Mamás! ¡No tengáis miedo a decir "eso no se hace" o a marcar límites exigentes!
Los niños os lo agradecerán.

Un saludo a todos y ¡Feliz Verano!

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