Yo tengo TDAH

Hoy me gustaría poner de manifiesto algunas consideraciones sobre el TDAH.

A pesar de su origen poco claro (parece haber indicios de alteración a nivel del sistema nervioso central donde intervienen no sólo factores genéticos sino también ambientales), su sintomatología es clara: Incremento de los niveles de actividad, impulsividad, falta de atención y concentración y comorbilidad sintomática con otros trastornos psicológicos como la ansiedad, afectivos, del sueño, tics o de conducta.

Pero ni todos los niños moviditos tienen TDAH, ni todos los niños con TDAH son moviditos. Quizá el punto en común de todos ellos sea el esfuerzo que requieren para centrar la atención en aquellas tareas que les imponemos desde nuestras convenciones sociales. Ello les impide muchas veces saber que les estamos pidiendo y por ende, obedecer y adecuarse a las normas establecidas tanto en el contexto escolar como fuera de él.

La realidad es que la mayoría de los centros escolares no están preparados para atender de forma eficiente ni eficaz las necesidades de los niños con TDAH, de hecho, no están preparados para atender las diferencias individuales en general y aprovechar las potencialidades de cada niño.

El desgaste familiar es enorme como consecuencia de lo dicho en el parrafo anterior y el desconocimiento por parte de la población en general hace de la estigmatización una cruz para los niños y las familias.

Por mucho que integremos a los niños en programas específicos de entrenamiento, si no se produce una generalización al resto de contextos no terminaremos de conseguir un desarrollo normalizado de las situaciones de conflicto que se ponen de manifiesto en la vida cotidiana.

Por este motivo, debemos favorecer la normalización de conductas individuales y relativizar sus efectos en los demás, siendo más comprensivos y poniéndonos en el lugar del otro.

Yo tengo TDAH, ¿y tú?

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