Pepín y el cuento del revés
A continuación os dejo el primero de una serie de cuentos que Deberalia le dedica a la Inteligencia Emocional. En este caso, el objetivo es doble: por un lado se pretende fomentar el hábito de la lectura como un placer y no como una obligación, y, por otro, apoyar y alentar la figura del profesor ya que considero que ha sido denostada en los últimos tiempos y la considero como una de las profesiones más importantes de la historia de la humanidad .
Este cuento,
es el cuento, que cuenta el cuento, del cuento del revés.
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H
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abía una vez un niño que se llamaba Pepín.
Pepín tenía muchos amigos. Era un niño muy
divertido.
Sabía hacer muchas cosas: sabía correr, jugar al
fútbol, nadar, jugar con pistolas de
agua en el verano…
Pero había una cosa que Pepín no sabia hacer.
No sabía leer.
Sus papás decidieron entonces, que era hora ya de
que Pepín fuese a la escuela y aprendiese a leer y a escribir y a sumar y
restar.
Pero mamá, - le dijo Pepín a su madre – ¿porqué
tengo que aprender todas esas cosas? En casa no lo necesito.
Algún día te harás mayor y las necesitarás.- le
contestó su madre.
Pepín no entendía nada de nada.
Y no quería ir a la escuela porque pensaba que le
harían trabajar y trabajar y que no podría divertirse nunca.
Pepín se asombró mucho cuando vio como era la
escuela. Tenía las paredes pintadas de colores. ¡También había cojines y
colchonetas! Había plastilina, ordenadores, pizarras mágicas y un gran patio
donde jugar al fútbol y al pilla-pilla.
Y cuando entraron en clase, Pepín descubrió la
cartulina de colores, el pegamento, las pinturas, el punzón,…
No podía cerrar la boca. Estaba asombrado. ¡El cole
era un lugar maravilloso!
En ese momento,
entró en clase el maestro Don Santos.
Don Santos era un viejo maestro que tenía muchas
arrugas. Tenía por lo menos cien mil.
Siempre estaba sonriendo. Tenía una cara divertida.
Don Santos le dio la bienvenida a Pepín. Y todos los
niños y niñas de la clase le dieron un aplauso.
Pepín estaba contentísimo.
Y entonces, llegó la hora de aprender.
Empezaron haciendo unas fichas de lectoescritura y
de matemáticas
A E I O U 1+1=
a e i o u 2+1=
mamá 3+1=
MAMÁ 4+1=
Luego fueron al gimnasio para dar la clase de
Educación Física.
Y por la tarde dieron un poquito de música y un poquito
de ingles.
Mañana nos toca plasti.- le dice a Pepín uno de sus
compañeros.
Pepín está entusiasmado, aunque algo cansado
también.
A última hora, van a la biblioteca y escogen un
libro. Se lo tendrán que llevar a casa para practicar.
Pepín escoge uno cualquiera, total, está tan cansado
que no tiene ni pizca de ganas de leer.
Su mamá y su papá no paran de decirle:
“¡Pepín o lees el cuento o estás castigado sin
jugar!”
Y Pepín lo intenta pero no tiene ganas, y llora
mucho y se enfada con el estúpido libro de la biblioteca de Don Santos. Él solo
quiere jugar y descansar.
Pero sus papás le obligan a leer asi que coge el
cuento y lo abre por la primera página.
Cuando Pepín va a empezar a leer se da cuenta de que
no entiende los que pone. ¡Ni siquiera es capaz de leer una letra!
Y cuanto más se enfadan sus papás, más se entristece
Pepín, más se enfada con el cuento y más raras se hacen las letras.
Al final, Pepín se queda dormido de tanto llorar.
Al día siguiente, Pepín y sus papás le explican a
Don Santos lo que pasó la tarde anterior.
Don Santos entonces, abre el cuento y comienza a
leer: “Había una vez un niño que quería
ser pirata y navegar por los Siete Mares en busca del Tesoro. Un buen día,
decide subir a uno de los barcos atracados en el puerto y entonces...”.
¡Pepín no se lo podía creer!
Ahora aparecían las letras correctamente escritas y
ordenadas formando palabras.
“Este
es el Cuento del Revés”-
les explica Don Santos.
“Los
cuentos son tesoros maravillosos. Cuando los leemos vivimos grandes aventuras y
nos hacen reír y llorar”.
Pero
nadie puede vivir una aventura si no quiere vivirla- les explica.
Por
cierto, - dice Don
Santos- cuando los papás leen los cuentos
en voz alta a los niños, viven juntos la
misma aventura y se contagian de emociones de risa, de tristeza, de miedo o de
asombro.
Ese mismo día, después del cole, Pepín va corriendo
a casa. Tiene muchas ganas de abrir de nuevo su cuento y ver qué pasa.
Sin darse cuenta, Pepín ha terminado el cuento.
¡Está tan contento! ¡Y se lo ha pasado genial!
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